Era la hora, miraba insistente su
gran reloj de bolsillo mientras iba de acá para allá. Estaba nervioso,
rodeaba el tronco de ese árbol y parecía buscar algo. El eco de un canto
se oyó en el aire, al igual que unas risas pícaras que jugueteaban por
algún lugar. Su nerviosismo aumentaba, hasta que alguien se acercó y le
entregó algo.
—Toma conejo, aquí está la llave que perdiste en el camino.
—Gracias, sombrerero —le agradeció aquél, mirándolo con desconfianza—. Venía tan apurado que seguro se me cayó sin que me diera cuenta.
Ahora debo irme, pronto anochecerá y debo visitar los sueños de los
niños para que no nos olviden.
El
conejo blanco insertó la llave en el tronco rugoso de ese viejo árbol y
desapareció; abandonó por unos momentos El País de las Maravillas para
avivar las fantasías de las nuevas generaciones en el mundo real.
Autor: Patricia O. (Patokata) ©País: Uruguay
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5 comentarios:
Patricia.
Un texto con magia y esperanza.
Besos.
HD
¡Lo amé, Paty! Seguramente esto ocurre, de verdad :3
Deberian de darnos la llave a todos.
Qué bonito dedicarse a avivar las fantasias, creo que todos deberíamos poder avivarlas en los demás.
Besos Pati,
Que no deje nunca el conejo de avivar tus fantasías, Patricia.
besos
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