¡Imbéciles! Lágrimas artificiales y la promesa de no
volver a verlo, y han picado. Pero audacia es mi nombre. Me largo. Salgo
al pasillo con los zapatos en la mano, y llego sin novedad hasta la
puerta de la entrada. Vislumbro un punto de luz. ¿En el jardín o al otro
lado de la puerta de hierro? Al otro lado, seguro. Es él que me espera,
impaciente, fumando. Ya llego. Me estoy preguntando dónde se ha metido
cuando escucho la voz dulce y amenazadora del celador. “¿Dónde cree que
va, doña Concha?”. Error fatal. Olvidé las gafas sobre la mesilla.
Lola Sanabria©
España
http://lolasanabria.blogspot.com.es/
7 comentarios:
Jajjajjaja pobre Doña Concha, qué mala es la presbicia. Genial Lola!!!
Besos desde el aire
Si el mundo ya es de por sí implosible, andar por él sin gafas, peor.
Un abrazo, Lola.
Toda una historia detrás de la anécdota de olvidar las gafas. Ay, el amor sea el primero o el penúltimo, agudiza el ingenio, que no la vista.
Un abrazo, Lola.
Jua!!! pobrecita.
Muy bueno, Lola
Me encantan estos viejitos traviesos pillados en falta, escapándose como chiquillos.
Jaja pobre Doña Concha, a quién se le ocurre escaparse sin gajas.
Muy bueno Lola,
Vendaval de micros, vendaval de besos os dejo a todos, de paso por Madrid.
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